domingo, 3 de enero de 2016

Padres: los pilares de todo.


Un día, no recuerdo bien cual, viendo la serie animada que todos conoceréis, Los Simpson, escuché unas palabras de Lisa que me hicieron pensar y me dieron una idea para escribir. Las palabras eran las siguientes: …porque verás, ese pequeño vándalo es el resultado de todos los anuncios agresivos, de todos los refrescos descerebrantes, de todos esos maestros a quienes les preocupa más cobrar sus abultadas nóminas que sus jóvenes alumnos… no, Bart no tiene culpa, no podemos crear un monstruo y después quejarnos porque haya arrasado varios edificios.


¿Creéis también como dice Lisa que la culpa de la conducta de los jóvenes hoy en día la tienen sus profesores o los medios de comunicación? Una cosa está clara, todo influye, pero para nada determina, todo parte de la educación y ese asunto no es para nada responsabilidad de los centros educativos o de los profesores. La educación parte siempre desde casa, desde que nacemos; gran parte de la sociedad (y de los jóvenes padres) creen hacer bien en dejar en manos de los centros educativos la educación de sus hijos, y no… en las escuelas o los institutos se les instruye, se les forma académicamente, por mucho que los currículos y los gobiernos se empeñen en hacer creer a los docentes que deben formar ciudadanos.


Vale, el profesor puede ayudar, puede mejorar, pero la base de la educación, la base de los principios, la base de cómo es una persona y como actúa en sociedad está en casa, en la familia. Son los padres quienes van creando y moldeando esa persona, quienes van forjando ese futuro ciudadano de este sistema llamado mundo, y por lo tanto, de nada sirve que un profesor se empeñe en el aula en hacer ver a un alumno que debe respetar al compañero si en su casa se le ha educado desde la avaricia, la envidia y el rencor; de nada sirve que un profesor intente hacer ver a un chico que tiene los mismos derechos, obligaciones y que puede ejercer el mismo rol que una chica, si en su casa se ha educado en el machismo y la diferenciación de sexos.


Las ideas y principios de los padres son pilares muy fuertes. Los alumnos ven en ellos unos referentes, en sus formas de ser, de pensar, de hablar, de actuar, y por lo tanto pautas a seguir; ¿os suena la frase “de tal palo tal astilla”, no? pues a eso me refiero, aunque claro está siempre habrá excepciones. Los niños y los adolescentes aprenden lo que oyen de sus padres, y si en su casa oyen comentarios racistas o xenófobos es “normal” que después el sujeto lo reproduzca ante la sociedad. Por todo ello, yo me pregunto… entonces ¿a quién hay que educar, a los niños o a los padres?

Más aún, ¿y cuando hablamos no solamente de la mala educación, sino de la ausencia de la misma? me refiero a que actualmente, tanto el padre como la madre en los hogares trabajan fuera de casa y la mayoría de las veces poco tiempo les queda para dedicarse a la formación moral de su hijo; se dedican a tenerlos entretenidos, ocupados (y en algunos casos saturados) con clases particulares, actividades extraescolares, y se les escapa la oportunidad, ¿por falta de tiempo quizá?, de pararse a construir una educación basada en los valores que después reclaman a los docentes.


El papel del docente en mi opinión por tanto es la INTENTAR mejorar esa educación (¡¡¡ya creada en casa!!!), reconducir las actuaciones y pensamientos de los alumnos ya forjados “made in home”, hacer ver, hacer pensar… y si, ayudándose de los contenidos el profesor podría hacerlo, pero no todo acaba ahí; a veces es necesario apartarse de las clases lectivas y pararnos a reflexionar con los alumnos, hacerles hablar y dialogar intentando que se den cuenta de porque creen en lo que creen, que descubran porque piensan de una determinada manera; vale, esto no es tarea fácil, pero… ¿que cosa es fácil es en el mundo docente?


¡Hasta la próxima!


Rafael Díaz-Maroto Silva.